martes, 25 de septiembre de 2007

Siamo solo noi

Vivir el ambiente de la semana de la moda de Milán, no tiene precio.
La capital Lombarda tiene muy mala fama: que si grisácea, que si triste y antipática, que si pretenciosa, que si clasista, que si ruidosa, que si sucia, que si extremadante cara...
Que si no tiene nada.
Está claro que no posee la monumentalidad de Roma, ni el romanticismo de Venecia; no es pintoresca cómo Florencia, ni tranquila cómo Siena, ni descarada cómo Nápoles, ni tiene el clima de la costa Amalfitana.
Pero Milán también existe. Y tiene el teatro alla Scala...
Su encanto no se descubre en horas, ni en días, hay que saber degustarlo, y engancha.
Es un foco de contradicciones, y ahí reside su gracia.
Es la ciudad del diseño, de la moda, de la vanguardia, el centro neurálgico del estilo y la tendencia, pero su fachada está desvencijada.
Allí conviven tranvías de la posguerra (dónde todavía encontramos carteles de asientos reservados a los mutilados de guerra), trolebusos de aire comunista, un metro sin apenas aire, millones de bicis y motocicletas, con lamborghini's diablo, ferrari's, hummer's, mini's y smart's a mansalva, cómo si los regalaran.
Se aparca en la acera, se grita mucho, se toma a café a menos de un euro, y si eres mujer, y guapa, tienes media vida solucionada. El aperitivo se hace de 8 a 10 de la tarde, y si sales por la noche, en los clubs es imperativo reservar "bottiglia e tavola".
Tiene río, que es "naviglio", y está siempre sucio, o vacío.
Tiene Duomo, el más impresionante de toda Italia.
Y unas galerías Vitorio Emmanuelle con, dentro, un café de Prada.
Un "Corte Inglés" de Armani y bares de Cavalli o de D&G (impresionante "Gold").
Y una tienda al revés de Viktor & Rolf. Y Moschino, Gucci, Hermès, Tod's, Iceberg, Ralph Lauren, Louis Vuitton, La Perla, Alberta Ferretti, Kenzo, Valentino, Ferragamo, Versace, Missoni, Tiffany's y Cartier, en la misma manzana (y me dejos bastantes, seguro).
Eso es Milán.
La moda se mastica, se respira, se palpa.
Es una delicia pasear por su Via della Spiga, su Via Manzoni, observar sus escaparates, fuente de todas las portadas, y quién sabe, cruzarte a Nati Abascal, Naomi Campbell o tomarte una capirinha sake en el Nobu con el maestro Armani, espalda contra espalda.
Es un ambiente un poco ilusorio y aparente. De pose. Artificial. Es quizás un poco falso, engañoso y falaz. De cartón piedra...pero fascina y atrapa.
Como iba diciendo, te engancha.

1 comentario:

Is dijo...

El corte inglés de Armani es increíble!!! Doy fe.


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