

Si alguien tiene alguna recomendación que hacer sobre Sevilla o Jerez que se manifieste.
Nos reencontramos el lunes que viene (me llevo bloc de notas, a la antigua, pa' coger ideas).
Dulce espera!
Moda. Estilo. People. Cultura. Life. Yo



Se acerca el calor y yo solo pienso en los Hamptons. Ni en Marbella, ni en Sotogrande, ni en Mallorca, ni en Sanxenxo, ni en la Costa Brava. Ni siquiera en casa del tío Bru en Ponferrada (bueno, eso no). A mí donde me gustaría veranear de verdad es en ese lugar donde las gaviotas no cagan. Donde los coktails te los receta el médico, un señor que se desplaza en Saab convertible y viste pajarita naranja y americana verde o rosa de Dolce&Gabbana. Allí donde manipular sombrillas, mini neveras y tupperwares abiertamente se castiga con pena de muerte y están prohibidos por ley los campings y autocaravanas (contaminación paisajística lo llaman...). Allí donde todos los apellidos son ilustres y todas las damas son blancas. Esa prolongación bucólico festiva del alto y oriental (cardinalmente) Manhattan. 
Ese sitio que nunca olerá a patchouli o almizcle sino a Beyond Paradise, y donde se viste mayormente de Ralph Lauren Sport , Michael Kors a secas y de la gran anfitriona americana, miss doña Donna Karan. Donde las casas son de madera, y no tienen terraza, sino porches infinitos de cara al jardín y cocinas que dan a la playa. Ese lugar en el que una Diane Keaton con braga de cuello vuelto noquea a un hipocondríaco Jack Nicholson pasándose por el forro a su hija, mi sexy Amanda. Ese paraje por el que Carrie, y sin que sirva de precedente (porqué viajar viajar ya sabemos que no es lo suyo, en seis años sale tres veces de Nueva York, aunque nosotros la queremos igual), se desplaza.
ATENCIÓN: Las imágenes aquí arriba editadas corresponden a la casa de Sarah Jessica Parker y su marido el melindres, no era digna de post por sí sola, ni lo será ninguna hasta que no supere la calidad estética y las amplitudes del ático apostólico de mi Mariah.

Maravillosa Karen Elson emulando a las grandes actrices de la época dorada del cine, aquella extraordinaria década...
En 1950 el Oscar a la mejor película se lo llevó Eva al desnudo, protagonizada por una Bette Davis desplazada, fue el año también del todopoderoso Billy Wilder y su Crepúsculo de los Dioses, y de la memorable Las minas del Rey Salomón (a mí es que me encanta) con la siempre deliciosa Deborah Kerr.
Más tarde llegarían Un americano en Paris (no, no es Carrie Bradshaw), Un lugar en el sol, Un tranvía llamado deseo o La reina de áfrica, y con ellas, Leslie Caron, Elizabeth Taylor, Vivien Leigh (inolvidable Blanche Dubois), y la grandiosa Catherine Hepburn.
En el 54 se rodó Sabrina, y se hizo el glamour; cuando a Hubert De Givenchy le dijeron que tenía que vestir a la Hepburn pensó en Catherine y no en Audrey, se negó rotundamente, pero al verla aparecer por la puerta de su atelier de París rectificó al momento. Ese papel le valió una nominación al Oscar pero fué otra belleza ingente la que se hizo con la estatuilla finalmente, la guapérrima Grace Kelly, Dior me la tenga en su gloria.






Arden Wohl es una de esas chicas que no se sabe muy bien de dónde salen pero que están en todas las salsas, es una especie de Cory Kennedy de la West Coast (aunque a mí me recuerda a Gala), pero sin aire de adolescente demacrada, una sociality incondicional en las parties del Upper East Side, que además de no quitarse nunca la cinta del pelo, fuma crack y no precisamente en la intimidad.
Tiene 25 años y es una niña bien relacionada, sus abuelos son unos conocidos coleccionistas de arte de la Gran Manzana y sus padres son editores, estudió dirección de cine en la NYU, es fan de Lars Von Trier y Tim Burton y sus cortos lo suelen protagonizar amiguetes como Scarlett Johansson (con la que ya no se habla por un problemilla con un productor), Leele Sobieski o Tarajia Morrell (la nueva novia del excelso Josh Hartnett, que da vida a una surrealista Gretel en su mini film más reconocido, Coven), vamos, que es una nínfula seudo bohemia del bajo Mahnhattan (aunque vive en la 77 con Park Avenue).

Anna Wintour adora su estilo hippie, y la hija de Carine Rotfeld, Julia, es una de sus mejores amigas, no es de extrañar entonces que haya protagonizado varios editos en Vogue y sea una de las caras recurrentes en la sección de fiestas del portal interactivo de la revista americana, todo queda en casa, porqué aunque ella reniega de su título de it girl y le apabulla convertirse en una Paris Hilton refinada, no le hace ningún asco a los saraos, desfiles, presentaciones o galas benéficas a los que es constantemente invitada.


Su estilo es muy peculiar, y me encanta.


Scarlett no es canónicamente guapa. Ni está demasiado delgada. Ni es demasiado alta. Ni tampoco demasiado baja. Pero es rotundamente sexy. Y resulta curioso que aunque cuando preguntes individualmente la opiniones sean totalmente dispares, luego siempre lidera el ranking de las más deseadas. Ponerse de acuerdo en que Jessica Alba o Angelina Jolie son espectaculares me parece demasiado obvio, no requiere casi poner de tu parte, lo mismo que decir que Natalie Portman o Charlize Theron son preciosas de cara, eso te lo enseñan en el colegio y se puede demostrar científicamente, lo que tiene mérito de verdad es sumar positivamente las subjetividades de la gente.
No sé si la sensualidad tiene mesura y es cuantificable, en mi opinión la belleza sí la tiene, uno es capaz de discernir lo bonito de lo feo aunque luego algo o alguien puede ser horroroso horroroso y encantarte o ser hermosísimo y espeluznarte, porqué más allá de la objetividad (en el sentido más Kantiano de la palabra, como verdad universal), entran en juego una serie de variantes que afectan a la percepción y que son absolutamente sugestionables y pusilánimes. Cada uno se construye su propia mirada sobre el mundo, cimienta una serie de cánones y valores, y la química hace el resto despertando pasiones.
Las feromonas que emana la niña que susurraba a los caballos son altamente abrasivas, además de universales, Scarlett es el claro ejemplo de excitación sensorial en masa, no sé si te entrará por la vista, pero no te deja frío seguro, lo suyo es una radiación estimulante, porqué es poderosa, intensa, potente, no hay nada descafeinado en ella, y la vigorosidad es el motor de la sexualidad en ciernes.
Ella es pura intensidad, como casi todas las voluminosas mujeres, y por eso le canto hoy mi alabanza, porqué a mi marío le suelen poner las huesuditas fibradas sin gracia ninguna, esas sositas que ni para atrás ni para adelante, y yo, que soy pura energy, me niego en rotundo a que la naturaleza no siga su curso y se estanque es señoritas insustanciales. Vivan las carnes. He dicho.