Maribel también existe

No se lo esperaba de todo corazón, pero un Coronado "más bueno por fuera que por dentro" espetó su nombre sin ocultar su alegría. Estaba cantado dada la elección del anunciador que no la calidad de sus competidoras, pero ella, se asombró; se llevó las manos a la boca y con una mueca entre desconcertada y pizpireta subió al escenario sin pena y con mucha gloria empujada por una merecidísima ovación. Lo más notable de la velada no fué lo guapa que estaba, que lo estaba, y un rato largo, con un recogido que le desnudaba el rostro y cedía todo el protagonismo al poderío de sus marcados rasgos, sino su desparpajo sincero, su emoción incontenida, su desposeído refulgir en la sonrisa, los gestos y los ojos. Se lo merecía mucho muchísimo y es que ya era hora, después de cuatro nominaciones (como actriz protagonista por Amantes, La Celestina y El laberinto del fauno, y como actriz de reparto por La buena estrella), de que la adormilada academia la premiara.

Maribel ya no es esa formosa muchacha de antaño, poco queda de esa adolescente curvilínea con síndrome de Estocolmo de la Estanquera de Vallecas ni de toda esa ristra de personajes sensuales que llegaron después y a consecuencia de; fué toda una sex symbol, el fenómeno Maribel, un ciclón de carne trémula que azotó la España de los prematuros noventa y que la encasilló en un determinado tipo de papel (era lo que se hacía y lo que se llevaba), pero que si no hubiera existido, le hubiera cortado las alas porqué sus mejores películas han incluído desnudos (La Celestina, Carreteras secundarias, La buena estrella, Y tu mamá también...) y no como reclamo principal. Así que hizo bien en aprender a despelotarse con tanta soltura ante las cámaras. Eso sí, no es cuerpo todo lo que reluce, la Verdú es una excelente actriz, muy a pesar de Penélope Cruz, sus voluptuosidades ya no la acompañan, pero su perdonador atractivo suma y sigue.

No es nada diplomática ni políticamente correcta, y eso, le ha jugado malas pasadas. Ella pasa de promociones y paranefarlia, y no se calla cuando hace productos deleznables de consabida pésima calidad que la atormentan en su savoir choisir, pero en época de vacas flacas se ha tenido que "prostituir". C'est la vie. Es un producto nacional hecho a sí mismo, como ella bien se ha autodefinido, y no tiene ningún interés por ir a Hollywood a desvirtuar su portento cañí; lo de Coppola es un mero accidente que espera que se repita con Woody Allen o los hermanos Coen, porqué a ella, lo que de verdad le tira del continente americano no queda muy lejos de allí. En el país del "qué lindo eres" la idolatran. Y nosotros idolatramos a Diego Luna y a Gael García Bernal (al menos momentáneamente). Quid pro quo. Y es que quién puede quitarse de la cabeza esas tórridas escenas a tres bandas y no precisamente de billar francés....

Dice que ahora solo hace películas en las que cree a pesar de que luego el resultado no sea el esperado. Por eso hace pocas. Estuvo parada dos años y medio hasta que llegó del Toro (lo llama su rey mago gordo), y a partir de el, ha resurgido cuál Ave Fénix aunque se lamenta de que tuviera que llegar alguien de fuera para rescatarla del olvido (suele pasar).

Viva, lo está más que nunca, porqué mismamente en los Goya había tres películas suyas que optaban a galardón, así que esté como esté la salud del cine Español, Maribel luce espléndida a su treinta y tantos, encantadora, aplastantemente honrada, bella, radiante, y más eufórica y optimista que nunca. Espero que siga copando alfombras verdes y obnubilando a damas rojas durante muchos años y que yo no vuelva a echar de menos a Marisa Paredes nunca más.