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Mucho chiffon, tules y organza adornados con tachuelas, preciosistas cinturones metálicos y motivos de inspiración militar.
Y un toque Ford ( en su época Gucci)/Versace en cuánto a atrevimiento y colores (que se hace evidente al final del desfile, con los abrigos y casacas en azul agua, turquesa y magenta).
Atrás quedan los abullonados, la discreción y la fragilidad.
Bienvenidos los hilos de oro a lo cortina rasgada y las sandalias con calcetin de lana, una de esas propuestas conceptuales que a mí me maravillan sobre la pasarela pero que luego a la hora de ponerla en práctica...
Ésta vez Bailey orquesta un desfile que suena a rock. No a balada.
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