Tamara quién, Tamara tú, Tamara yo

Señores de Hola, no acierto o no quiero creer,

no comprendo,

no acepto, no trago,
me planto.

No entiendo.

Yo que disfruto incondicionalmente y sin contestación, casi sin jucio, ni dolor, con pleno y gozoso placer, con fruitiva pasión, esta ya casi trigésima tradición de leer, y digo literalmente leer, sus entrevistas elaboradas por Tico, Rosetta o Chelo García Cortés, me niego a que la pequeña de los Falcó Preysler se erija oficialmente en cronista de moda más allá de sus adentros.

Me van ustedes a perdonar el atrevimiento, pero yo también quiero.

Me ponen ustedes un piso la mitad de luminoso y un cuarto y porción de céntrico y por un todo mucho más módico y un mucho menos precio, les cuento lo que quieran saber, les doy lo que quieran tener, les escribo lo que se deba leer sobre Karly y las hadas del cuento.

Les ruego reconsideren la opción, su estreno en el número de hoy ha sido lo más parecido a patético.

Muy atentamente,

yo misma, por mis fueros.