
“Si observas cualquier buena fotografía de moda fuera de contexto, te dirá tanto sobre lo que ocurre en el mundo como un titular de The New York Times”, declaraba " nuclear Wintour" en una de sus escasas entrevistas, concedida a un periódico español en Octubre pasado.
Respondía así a los rumores del posible giro político en la línea editorial de su revista.
Pero ella no se moja más allá de lo que toca.
Se muestra profundamente ofuscada frente a aquellos que tratan de trivializar la moda. De relativizarla. De meterla en el cajón de lo superficial y secundario. De lo minoritario.
“A los políticos la moda les suele poner tremendamente nerviosos, porque les parece frívola. No quieren parecer demasiado elitistas, atolondrados o lo que sea. Y, francamente, me irrita muchísimo, porque es un sector enorme en cualquier país, y tengo la sensación de que los políticos deberían aceptarlo, en lugar de apartarse de él...", decía en referencia al mismo tema en otra entrevista.
Ella no se dedica a la moda. Ella, es la moda.
La mano de Wintour en Vogue se notó desde el principio, no solo por la disciplina y el marcado carácter que imprimió entre bambalinas sino por su sello personal en portadas, reportajes y entrevistas.
Desde su desembarco en la edición norteamericana, allá por 1988, tras su paso por la edición británica en el 86, así como por house & garden (a la que se empezó a denominar house & gartment a causa de la reincidente adicción de la Wintour a incluir trajes de alta costura en reportajes gráficos sobre gardenias, petunias, lilas o mimosas), harper's bazaar, viva y algunas otras revistas de menor relieve, la dama de hierro se lanza a la conquista de las americas.
Y al otro lado del charco hay que se más comercial. Hay que vender.
Ana busca su máxima y la encuentra.
Destrona a las modelos más cotizadas en favor de las actrices y ensalza a fotógrafos y estilistas al mismo nivel que éstas , sus musas.
A pesar de su actual y probado espíritu poco democratizador en el mundo de la moda, fué de las primeras en apostar por la mezcla de piezas de alta gama y precios inalcanzables con prendas de calle y masivas.
Da en el clavo porque vogue usa se coloca en el número uno y con ello, Anita, se convierte en el nuevo icono fashion del siglo XXI.
Es buena en lo que hace. Eso es innegable.
Aunque se la tilde de elitista, ambiciosa, déspota, e inhumanamente perfeccionista. Aunque se hable de ella como de una dirigente bárbara, despiadada y cruel.
No es fútil ni insubstancial.
Anna tiene su propia ética.
No se contiene al mostrarle al mundo que reside en las páginas de la revista que dirige.
Y nos invita con más genio que figura a ser partícipes de su modus vivendi.
A sus 57 años, la hija del magnate y la filántropa, tiene La voz y El voto en el panorama estilístico, del que ha hecho su pequeño gran monopolio.