Es un acto reflejo, como hacerme el café con las "legañas" (es un decir...una señorita no tiene de eso) impidiendo la nitidez mañanera, como mis perlitas de onagra con medio litro de agua, como la brusquedad robótica y la mirada heladora de Vicente Vallés que me sube y me baja y me vuelve a subir y como encender el ordenador antes de saber que dia es y quién soy hoy (¿pero qué invento es esto?): el Hola!. Los miércoles.

Primero lo palpo (y lo huelo), porqué el grosor señores, lo es todo, y me cabrea cuando su densidad no logra excitarme al primer tiento, incluso más que cuando la contraportada la siguen copando Inés Sastre y su inexpresiva frigidez sensorial. Nunca la ojeo, eso jamás, rompería el prodigio de su rouco vareliana compacidad, y no empiezo tampoco a leerla al revés, la abro religiosamente tras "esnifar" su portada y ale, a disfrutar del más rancio abolengo, de reyes y de reinas, de princesas de cuento, de "hijas e hijos de", todos ellos en su estado natural: en el país de lo políticamente correcto. Ai, ai, ai, ai, ai es un como un baño relajante sin champán ni visitante fugaz o supuesto, como un té de las cinco con macarons de Ladurée pero sin pitillo, ni arrepentimiento.
Esta semana la cosa no prometía demasiado tras descubrir un primer plano de Alberto de Mónaco y su tapadera Australiana en actitud sospechosamente cariñosa, prácticamente al borde de la confirmación, y la cosa es que no sé en qué momento se ha vuelto creíble esta relación... siempre tuve la esperanza de que algún empleado del sector terciario intercediera o a malas que se pronunciara la Obregón y emparentáramos con la dinastía monegasca en línea directa. Pero el asombro semanal llega de la mano de Victoria de Suecia, la pobre, que ahora va y dice que padece dislexia (el que me gusta a mí es su hermano, que lo tienen escondido y es una monada de niño) . Si es que las coronas no traen mas que desgracias y sino que se lo digan a "nuestra" consorte, que llena el cupo semanal de revista con la misma supina pereza, no hay manera de sacar de ella la mínima noticia suculenta (y me refiero simplemente a celebrar al menos su estilismo), aunque su condición enfermiza no es culpa de la rigidez a la que la tiene sometida su estatus, entiendo lo abominable que es estar todo el día en residencias de ancianos o centros de discapacitados (con todos mis respetos) haciendo de hada madrina del pueblo y encima en versión moderna, pero ese rigor horribilis suyo lo traía ya de La primera.
Por lo demás, como digo, la cosa viene escasamente suculenta, apenas un reportaje de Chábeli en Marruecos con un look familiar como si estuviera de compras por Cuenca, una partidita al quién es quién en las páginas centrales de sociedad, y un repaso a la HC parisina con el último adiós al gran maestro; imperdible el atraganto de hastiantes musas y celebdorras nobles (no puedo con la señora Cuevas) encabezado por la inconmensurable e inimitable Nati Abascal más retoños (a los que sigo confundiendo), absolutamente espectacular (y supongo yo que también "puesta"). Y fe de erratas: me entrecortan al pobre Elbaz en el front row de Valentino pensando que es un marieliendre cualquiera.