viernes, 12 de octubre de 2007

Los fantasmas de ¿Goya?


El género de terror no es lo mío.

No suelo ir, ni he ido nunca a ver películas de miedo al cine, ni en vídeo (uy que antiguo suena eso de vídeo) ni siquiera en un momento de flaqueza en el sofá, vamos, ni en la televisión.

Mi cuenta pendiente con la vida es tener el coraje de entrar en el pasaje del terror.

Y por lo pronto, o tarde, a mis veintitantos, todavía no he conseguido aúnar fuerzas suficientes y me da que la cosa va a peor.

Porqué intentarlo lo he intentado.

He estado a ésto de conseguirlo y he acabado siempre malgastando mi dinero y mancillando mi honor...

Pero es un pavor irracional e incontrolable.

Tú sabes que es todo mentira. Obviamente. Faltaría más.

Y es que encima es cutre y roñoso. Porque un Goya al mejor maquillaje, tampoco se iban a llevar. Ni un Oscar a la mejor actuación, por demás.

Pero no sé.

A mí me puede el estómago.

Las piernas me empiezan a temblar.

El pulso se me viene abajo y.. nada, no hay ratio que pueda mediar.

Mi sentido común se va por dónde vino.

Y yo, voy detrás.

Así que éste fin de semana en que las emociones se preveían escasas (las perspectivas cambiaron a última hora, pero ya era demasiado tarde), no, no me fuí directa al parque de atracciones, pero fuí a ver el Orfanato.

Me gustó, y bastante.

Sin meterme en críticas más o menos constructivas, obviando sus evidentes referencias, pero alabando el trabajo de Belén Rueda, que sorprende y resulta arrolladora en su papel de prota, la película, entretiene de principio a fin sin que haya prácticamente lugar a respirar.

Y te cagas.

Con perdón de la expresión.

Y no sólo, yo, que sé que la medida no la tengo cogida por el rasante normal.

Sino las 389 personas que estaban en el cine a la par.

Hacía años que no notaba la incomodidad de la butaca (bien, en éste caso era comodísima, casi ergonómica), el chisporroteo de las palomitas o los besos impúdicos y/o susurros incómodos de los convecinos.

El tiempo se me paró, y el corazón, en determinados momentos, casi también.

Es un miedo no artificial.

Es psicológico, de esos que te entra poco a poco y ya no te suelta hasta el final.

La película no se nutre de sustos gratuitos sino de giros previsibles que llegan sin avisar.

Te mantiene tenso sin descanso.

Y si eres de los míos, te digo que media película te la pasas con los ojos tapados ( yo además con los oídos) y arañando al de al lado, o en su defecto, el reposabrazos del "sofá".

Enfín, todo un ejercicio de valentía para una chica cómo yo en un sitio cómo éste.






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