martes, 31 de julio de 2007

Cuando Manhattan queda al este
















Ai ai ai, cuánto glamour bien llevado y políticamente correcto se concentra verano tras verano en los Hamptons.
Cúanta desfachatez contenida.
Cúanta rareza escondida, rabia disfrazada.
Extravagancia pintada de blanco.
Ese lugar maldito en el que el icono masculino del siglo pasado cayó al mar para no volver...
Cómo si de una broma del destino se tratara, Jonh Jonh perdió la vida en el paraiso sacro de su estirpe.
Martha's Vineyard fué el feudo estivo de los Kennedy y es la madriguera veraniega de la high society del midtown y upper Manhattan.
En contraposición a la costa californiana, como antítesis a su esencia folclórica y a su regusto canalla, a lo largo de la costa de Long Island se dan cita los más refinados rostros, las bellezas más pausadas, las actitudes más gráciles y unas marcadas reminiscencias victorianas.
Mercadillos bucólicos.
Festivales benéficos a la sombra de las acacias.
Pequeños puertos deportivos nutridos de embarcaciones discretas, acalladas, inmutables y desaladas.
Ralph Lauren y Donnar Karan.
Aires de Harvard.
Lilas.. y el último perfume de Estée Lauder junto a la cama.
Como en una Ibiza descafeinada, en una Marbella desvirtuada, en una Costa Brava desbravada, los cottages de los Hamptons son el refugio de la America aquietada
Se mantengan las formas, que sin tí, no soy nada.
Y en Invierno, ya daremos rienda suelta a la vena alocada.


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